El doble discurso de Alejandro Éder

El alcalde de Cali, Alejandro Eder, sorprendió con un tuit en la plataforma X, el pasado 10 de junio, en el que agradeció la solidaridad de los mandatarios locales de Medellín (Federico Gutiérrez), Bogotá (Carlos Fernando Galán) y Cartagena (Dumek Turbay), tras una jornada marcada por atentados explosivos en tres barrios de Cali. Su mensaje, sin embargo, desató críticas en redes sociales. “Esta ciudad (Cali) ha cargado por décadas con las problemáticas del Pacífico”, escribió Eder, en una frase que para muchos resultó tan desafortunada como oportunista. ¿Qué se esconde detrás de esas palabras? ¿Una crítica estructural? ¿Una estigmatización soterrada? ¿O simplemente una falta de sensibilidad histórica?

Durante la COP16 en 2024, Alejandro Eder se jactó de presentar a Cali como la “capital del Pacífico”, una ciudad que abraza su herencia afro, su biodiversidad y su rol estratégico en la región más húmeda y diversa de Colombia. Fue un discurso cuidadosamente hilado para el público internacional, con aroma a marketing diplomático: biodiversidad, cultura, resiliencia. Pero bastaron unos meses para que ese mismo Pacífico, pasara de ser una joya ambiental a una “carga” que Cali ha tenido que soportar. La metamorfosis narrativa fue brutal.

Cuando Eder dice que Cali ha “cargado” con las problemáticas del Pacífico, reproduce una narrativa profundamente clasista y colonial, y siembra la idea de que hay regiones que son un “lastre”, que traen sus problemas consigo, y que tal ves deban ser contenidas o corregidas por las urbes “productivas”. Este lenguaje refuerza estereotipos que criminalizan la pobreza, la afrodescendencia y la migración interna. Se olvida que Cali no es víctima del Pacífico; es parte del Pacífico. Se olvida que el puerto de Buenaventura, los ríos, la cultura, la mano de obra, la música, el comercio y hasta la gastronomía que nutren a Cali, vienen de ahí.

Más aún, ignora que buena parte del poder económico y político de Cali (incluida la familia de Eder), ha prosperado gracias a esa conexión con el litoral. Hablar de “carga” es igual a quejarse del río que trae oro a la ciudad, y lamentarse por la arena que deja.

Cali no es víctima del Pacífico, tal vez sí del abandono estatal, como todo el Valle, y Chocó, Cauca y Nariño. El problema no es el Pacífico, y ese es el doble discurso, cargado de una narrativa conveniente. Cuando se trata de atraer turismo, inversión y visibilidad internacional, el Pacífico es una joya; cuando hay bombas y muertos, es un fardo del que hay que liberarse. Este vaivén discursivo no solo es hipócrita; es peligroso. Alimenta una lógica de exclusión que niega la historia de desplazamiento, abandono y violencia estructural que ha sufrido la región.

Éder reconoce en el tuit que las capacidades institucionales y logísticas de las alcaldías son insuficientes para contener fenómenos de crimen organizado, sin embargo, conecta al Pacífico como si fuera, en sí mismo, un problema ontológico. Al no diferenciar entre causas estructurales como el abandono estatal, la desigualdad o la impunidad, la frase termina reduciendo una realidad compleja a una simple carga. Ese encuadre convierte el comentario en una declaración política.

Alejandro Eder tiene una oportunidad (y una responsabilidad) para corregir el rumbo. Podría disculparse, aclarar su intención, y sobre todo, comprometerse a una política coherente que no solo celebre la identidad pacífica en las cumbres internacionales, sino que también la defienda cuando estallan las bombas. Si de verdad quiere que Cali sea “la capital del Pacífico”, debe empezar por no tratar al Pacífico como un estorbo.

La política también se juega con las palabras. Y a los tuits, como a las palabras, tampoco se los lleva el viento.

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