El verdadero líder en la crisis diplomática con EE.UU.

La reciente crisis diplomática entre Colombia y Estados Unidos, provocada por la negativa inicial del presidente Gustavo Petro a recibir un vuelo con deportados colombianos, ha dado lugar a diversas narrativas políticas. Algunos sectores han intentado atribuirse un papel mediador en la resolución del conflicto, con el propósito de capitalizar políticamente la situación y presentarse como actores clave en su solución.

Sin embargo, mientras figuras como Álvaro Uribe y Laura Sarabia han sido destacadas en algunos relatos, el verdadero artífice de la negociación, Luis Gilberto Murillo, ha sido deliberadamente invisibilizado. A pesar de que fue él quien lideró las gestiones diplomáticas que evitaron sanciones económicas y garantizaron condiciones dignas para los deportados, su rol ha sido minimizado en favor de una narrativa conveniente para ciertos sectores políticos.

La tensión entre Colombia y Estados Unidos se intensificó cuando el presidente Donald Trump, en su recién estrenado segundo mandato, ordenó medidas severas contra los migrantes ilegales, incluyendo deportaciones masivas. En respuesta, Gustavo Petro rechazó inicialmente la llegada de vuelos con deportados, argumentando que las condiciones de traslado eran inhumanas y violaban principios básicos de dignidad. La reacción estadounidense no se hizo esperar: suspensión de emisión de visas, revocación de documentos para funcionarios colombianos, y la amenaza de aranceles de hasta el 50% a productos colombianos.

En este contexto, la presión económica y diplomática puso en jaque al gobierno de Petro, forzando a su equipo a buscar una solución inmediata. Aunque algunos sectores quieren atribuirle méritos a Laura Sarabia como pieza central, resaltando su supuesto papel al contactar al expresidente Uribe para buscar su apoyo en la crisis, el papel de Murillo en la mediación fue decisivo para evitar un impacto mayor en las relaciones bilaterales y en la economía nacional.

El papel de Luis Gilberto Murillo

Luis Gilberto Murillo, con años de experiencia en diplomacia y una sólida red de contactos en Washington, asumió el liderazgo de las negociaciones con actores clave en el gobierno estadounidense, donde estableció contacto con congresistas republicanos. Estas conversaciones evitaron la imposición de aranceles y logró acuerdos para garantizar un trato digno a los deportados, a pesar de las condiciones iniciales impuestas por Trump.

A diferencia de las posturas más confrontativas de Petro, Murillo adoptó un enfoque pragmático, centrado en resolver el conflicto sin sacrificar los principios de soberanía y dignidad nacional. Este equilibrio fue crucial para lograr avances concretos en un escenario de alta presión.
También movilizó a cancilleres latinoamericanos, consolidando un bloque regional que respaldó la posición colombiana. Un apoyo que fortaleció la postura del gobierno y envió un mensaje claro a Estados Unidos sobre la necesidad de un diálogo más equilibrado con la región.

La sobreexposición de Laura Sarabia

Laura Sarabia, quien asume el cargo de canciller este 28 de enero, ha sido presentada por algunos medios como una figura clave en la resolución de la crisis. Sin embargo, su papel real fue limitado a establecer contactos internos y buscar apoyo político. Sarabia mantuvo conversaciones con diferentes figuras políticas, incluidos expresidentes como Álvaro Uribe, para explorar posibles soluciones, que finalmente no tuvieron un impacto directo en las negociaciones bilaterales.
La insistencia en destacar su rol responde más a una estrategia política para proyectarla como una nueva figura emergente en la Cancillería, que a su contribución real en la crisis.

El rol ambiguo de Álvaro Uribe Vélez

Álvaro Uribe, líder de la oposición, también ha sido señalado como un actor clave en la resolución del conflicto. Sin embargo, su propio relato contradice esta narrativa. En un tuit publicado en su cuenta X (antes Twitter), Uribe afirmó que fue contactado por una tercera persona para hablar con Sarabia, pero aclaró que no tuvo una participación activa, ya que la solución estaba en marcha. Su intervención, por tanto, fue mínima y más simbólica que práctica.

Los medios han presentado a Uribe como mediador clave, en una táctica que parece más diseñada para rehabilitar su imagen pública como un actor necesario en momentos de crisis nacional, y así reforzar su liderazgo con miras a las elecciones de 2026.

Así que mientras Sarabia, sin experiencia diplomática, recibía elogios por establecer contactos internos, Murillo construyó una coalición regional que fortaleció la posición negociadora de Colombia. Y mientras Uribe publicaba un tuit conciliador que la prensa consideró decisivo, Murillo negociaba en los pasillos del poder estadounidense los términos concretos que salvarían el comercio bilateral.

El trasfondo político

¿Por qué entonces este empeño en minimizar la gestión de Murillo? La respuesta tiene sabor a 2026. Como potencial candidato presidencial que emerge desde el progresismo, con capacidad para manejar relaciones internacionales complejas, y luego de su éxito en esta crisis, se perfila como un líder capaz de unir al país. Esta combinación de pragmatismo y convicción resulta incómoda para quienes preferirían una política exterior de confrontación.

Hay sectores interesados en empañar su gestión para debilitar su imagen, una táctica evidente frente a un líder que ha demostrado no solo habilidad diplomática, sino una visión estratégica para salvaguardar los intereses nacionales.

La salida de Murillo deja un vacío importante en un momento crítico para la política exterior de Colombia. Su capacidad para navegar escenarios de alta presión y construir alianzas estratégicas será difícil de reemplazar. De cara al futuro, su experiencia y liderazgo representan un activo invaluable para el progresismo, especialmente si planea competir por la presidencia en 2026.

En contraste, la falta de experiencia de Laura Sarabia en la Cancillería y las tensiones internas dentro del gobierno, plantean interrogantes sobre la capacidad de Colombia para mantener la estabilidad en sus relaciones con Washington, y abordar los retos diplomáticos que se avecinan.

Por Jairo Castillo

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